lunes, 16 de julio de 2012

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Tiempo Argentino

Palabras ardientes que tienen cuerpo y que nombran el deseo

¿Es cierto, como dice Mario Vargas Llosa, que una literatura que es solo érótica nunca alcanzará la grandeza? ¿Cuál es el límite sutil que separa erotismo y pornografía? La compleja relación entre el sexo y la palabra literaria. 

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Como soporte del Eros, la narrativa erótica ha sido un vehículo no siempre visible de satisfacción. Su camino estuvo trazado aleatoriamente por la pluma de grandes autores encubiertos, tanto en reducidísimas ediciones, como también asociado a exabruptos gráficos plagados de misoginia. 
Con la caída de Franco se creaba en España una colección que organizó, jerarquizó y dilvulgó, en el mejor sentido del término, una literatura siempre incómoda. La sonrisa vertical como inequívocamente llamó Tusquets a la serie de títulos sobre narrativa erótica ayudó a autores y lectores a reconocerse como tales. Ahora, más allá del pudor o la vergüenza que como un conjuro condenó la unión de placer y palabras, el tema aún se debate con inalterable pasión. 
A la pregunta sobre qué es lo que hace erótico a un cuento o una novela, las respuestas se multiplican. Para comenzar polémicas nada mejor invitar a escena a Mario Vargas Llosa (recordar su Elogio a la madrastra o Travesuras de la niña mala), quien no hace mucho dijo que una literatura que es sólo erótica difícilmente llega a ser grande, debido a –según él– su necesaria monotonía temática. Entonces, la primera piedra está echada y la disonancia resurge: ¿Qué problema hay entre la literatura y el sexo?
Piscoanalista retirado, el autor de Historia sexual de los Argentinos I y II, Federico Andahazi, asegura que así como no podría haber música sin sonido, instrumentos ni aire, la literatura necesita de la sexualidad como parte de su materia prima. Por lo tanto, el deseo siempre está. No obstante esto, el autor parece advertir que la literatura argentina actual sigue siendo llamativamente asexuada. “Me sorprende la ausencia que hay del componente erótico, aun con respecto a otros países de Latinoamérica, en los cuales incluso la Iglesia es mucho más influyente que en Argentina y en donde es posible encontrar mucho más producción literaria en ese sentido.” El autor de El anatomista y Las piadosas considera que una gran parte de la escritura nacional eludió la sexualidad e incluso hizo de esto un gran arte, el del eufemismo. 
Como Sherezade contando sus historias al rey Shahriar, las opiniones pueden superponerse en mil y una voces. Así, el escritor uruguayo Ercole Lissardi, (Trilogía de la infidelidad: Los secretos de Romina Lucas, Horas-puente y Ulisa) algo molesto con aquello de caracterizar a la literatura erótica como una narración o descripción de actos sexuales, no duda en afirmar que el polémico Nobel, lisa y llanamente, “se equivoca”.  Porque, continúa Lissardi, eso es lo que hace la pornografía, ser monótona, ya que narrar o describir actos sexuales es, digámoslo, aburrido. El autor y editor afirma que el objeto de representación de la literatura erótica no es el acto sexual “sino el deseo, y que Vargas Llosa estará seguramente de acuerdo en que las formas del deseo sí son, literalmente, infinitas”. 
En otra vereda, Ariel Magnus, representante de una narrativa algo irónica (Un chino en bicicleta y La cuadratura de la redondez) acerca su mirada a la del célebre colega peruano, al asegurar que no ve una estrecha relación entre erotismo y gran literatura. Magnus sí reconoce que una gran novela pueda necesitar momentos de erotismo, pero un gran libro, “aquel que tiende a ser aquel que empieza por poner en duda su adscripción a cualquier género, incluido el novelístico, puede o no tener grandes momentos eróticos, aunque gozamos si los tiene, naturalmente”, señala.
 
UN POCO DE AMOR CORTÉS. Variadas, múltiples y poliformas sí, así aparecen desde la Antigüedad las versiones del amor y su componente libidinal, pasando por la Edad Media y hasta el Romanticismo, por hacer un picado histórico poco formal. Con pasajes en furtivos intercambios epistolares, confesiones expiatorias de actos prohibidos y sobre todo en tramos de novelas dieciochescas el motor romántico sexual logra una expresión reconocible. Las fantasías se desatan. Pero antes, ya parece que desde que el mundo es tal, incluso, hay dos oficios muy viejos y ambos se desarrollaban en el mismo lugar: en la cultura griega  mucha de la inspiración masculina encontraba sustento para sus apasionados y hasta hilarantes textos en la vida cortesana. 
En tanto, el ocultamiento o aquello que se quiere decir y sólo la sublimación de la ficción lo permite alimentó el género erótico siempre y en el contexto moderno, qué mejor que el anonimato de Internet, para que encontrarse a leer y escribir de sexualidad. Susana Moo es una escritora e investigadora española que nuclea a amantes del género en un sitio que se proyecta como un edén literario . Moo afirma que lo suyo es la literatura voluptuosa, aquella que también se puede encontrar en la narrativa no estrictamente erótica la cual incorpora erotismo en su trama. “No es algo nuevo, ya en clásicos como El Quijote o La Celestina encontramos capítulos con intenciones, o resultados, sexualmente excitantes”, asegura la autora del e-book Microrelatos eróticos. 
Más allá de las etiquetas y las eternas antinomias de café, tertulia o suplemento literario, el deseo tiene quien le escriba. Y, como dijo el director de cine español García Berlanga, seguidor de Eros si los hubo, el mejor vehículo del erotismo sigue siendo el libro, porque allí, “la rubia (o el rubio, agregaríamos a esta altura) es aquella persona a la que tú idealizas, mientras que en el cine es sólo la rubia que está en pantalla”. «
 
 
TALLER Y PLACER
Leonor Silvestri, poeta, traductora, especialista en Literatura Antigua y militante feminista, todos los años desde hace 10, dicta un taller en torno a las sexualidades –que incluye el erotismo– en el mundo antiguo. De la mano de teóricos como Judith Butler, Monique Wittig, Beatriz Preciado, Michel Foucault o Teresa de Lauretis; Silvestri y sus alumnos buscan quitar los condicionamientos sexuales de su momento histórico, con herramientas críticas contemporáneas. “De esta manera y como parte del taller revisamos la mitología grecolatina hasta los talleres de pensamiento y películas queer y de género.” (www.todonuevobajoelsol.blogspot.com)

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