lunes, 31 de marzo de 2008

Safo

fragmento 31

Aquel me parece ser igual a los dioses, el hombre, sentado frente a vos te escucha de cerca cuando le hablas dulcemente y con placer te ríes. Eso hizo aletear mi corazón en mi pecho. Pues tan pronto como hacia vos miro apenas, entonces ya no es posible que emita sonido alguno. La lengua estalla en pedazos silenciosamente y un fuego suave subrepticio por debajo de mi piel corre. Nada veo con los ojos y los oídos me zumban, un sudor frío se apodera de mí y un temblor me captura entera, estoy más verde que la hiedra, parece que falta apenas un poco para que yo muera. Todo es posible de sobrellevar,...













fragmento 16

Algunos dicen que un ejército de jinetes
es lo más hermoso sobre la tierra negra,
otros uno de infantería, o de naves,
pero yo digo que lo más hermoso es
aquello de lo que una está enamorado.
Es muy fácil hacer que todos comprendan esto
Helena, destacándose por su belleza,
después de abandonar a su esposo,
el mejor de todos, se fue navegando hacia Troya.
Y no se acordó de su hija ni de sus queridos padres
en absoluto, sino (alguien) la llevo...

Ahora recuerdo a Anactoria que no estaba presente...
Yo quisiera ver su amable paso
y el resplandor radiante de su rostro
más que los carros de los lidios
y los soldados de infantería con armas pesadas.

Sulpicia

Sulpicia
Traducción, notas y re-escritura de Leonor Silvestri. leonorsilvestri@yahoo.com

13
¡Al fin llegó Amor! Y llegó con tal fuerza que me da más vergüenza haberlo ocultado que haberlo mostrado. Convocada por mis poemas, Citerea, lo trajo y lo dejó dentro mi falda. Cumplió con su promesa Venus: ¡qué narre mis goces quién no haya tenido los propios!
Hubiera yo querido no enviar nada sino en escritos sellados, para que nadie me los lea antes que aquél que es mío, pero me alegra haber cometido esa falta. Me da asco componer mi rostro por el que dirán. Se dirá de mí que digna estuve con un varón digno.

17
¿Acaso no tenés una honesta preocupación por tu muchacha, Cerinto, puesto que ahora el ardor atormenta mi cuerpo herido? No quisiera vencer esta implacable enfermedad sino vos tampoco lo querés. Pero de qué me sirve vencer esta enfermedad, si vos podés soportar mis males con corazón insensible.

18
¿Acaso yo no te soy, luz de mi alma, ardiente pasión como creo que hace pocos días lo había sido? Si alguna vez en toda mi vida cometí una estupidez de la que confiese haberme arrepentido más es de haberte dejado solo anoche para disimular mi propio ardor.

El llamado Ciclo de Sulpicia ha llegado hasta nuestros días en el corpus de poemas del poeta elegíaco Tibulo (siglo a.C) , más exactamente forma parte del libro III de este poeta, y consta de un grupo de poemas (13 al 18) a modo de epístolas literarias breves o epistulae amatoriae. Estos poemas, que son los únicos conservados de una escritura poética de mujer en Roma, se encuentran colocados en Corpus Tibullianum, donde también se encuentran otros 4 poemas (8-12), cuyo autor/autora no conocemos, y que la tienen a Sulpicia como tema y personaje principal. Se supone que el Corpus Tibullianum fue publicado a partir de los “archivos” de Mesala, uno de los grandes mecenas de la antigüedad, como una especie de memorias de la producción de los poetas que tenía a su cargo donde se compilaron los poemas de su poeta más prestigioso, junto a otros poetas. Sulpicia ha sido perfectamente identificada como la hija de Servio Sulpicio Rufo y de Valeria, hermana de Mesala Corvino. Huérfana de padre, su tío, Mesala, fue su tutor, lo que aparentemente le permitió cierta emancipación ligada a la holgura de su condición social sumado al hecho de que estaba en el epicentro de la creación literaria de su momento. Sulpicia presenta otra característica interesante que ha hecho y sigue haciendo confundir las bases teóricas para el análisis de su obra, a saber: la aparición de su firma, “Sulpicia”, de su momento autobiográfico, y la de su amado, “Cerinthus”, al estilo de los elegíacos. ¿Pero se puede considerar la poesía de Sulpicia como autobiográfica? Además su falta de afectación, la sencillez de su estilo y el carácter arcaizante de su lenguaje han hecho que se compare este reducido, pero exquisito corpus, casi desconocido por el público general, con estilo del gran maestro y antecesor de los elegíacos, Catulo, comparación que le juega en contra para discernir está cuestión autobiográfica. Sulpicia pierde en general las características propias del género literario al que pertenece (elegía latina) porque suele ser sacada de ese grupo puesto que es considerada, el mejor de los casos, una autora “menor”.


Sulpicia

¡Al fin llegaste Amor!

Llegaste con tal intensidad que me es más vergonzoso negarte que afirmarme.
Fingir que nada ocurre.
Me alegra haber cometido esta falta
Revelarlo y gritarlo
Qué los vecinos sepan

Conmovida por mis promesas, te apoyó amor contra mi vientre.
Cumplió con su palabra amor te atrajo hacia mí

No, no quiero confiar esto a la estúpida intimidad de mis notas
¡La que no tenga su historia que narre la mía!

Me da asco componer mi rostro por el que dirán.
Qué se diga entonces: DIGNA DE VOS ESTUVE CON VOS DIGNA.

lunes, 10 de marzo de 2008

hybris


En el diccionario Espasa Calpe figura híbrido: del lat. hybrida. Y en el diccionario de latín Sopena figura hybrida: del griego hybris (ύβρις).

Y de paso, algo que encontré navegando en la web. Es sobre una novela de Pérez-Reverte, pero el autor habla sobre el tema y me pareció que ampliaba lo q el diccionario dice. Aquí lo dejo:

"(...) lo que se vislumbra en la novela de Pérez-Reverte es que estamos condenados a destrozarnos por lo que los griegos llamaban ύβρις (hibris, hybris o hubris), esa arrogancia o soberbia humana, una presunción desmesurada que implica, desde esa perspectiva clásica, una falta de consideración o un desprecio impíos por los límites que rigen la acción humana en un universo equilibrado, que constituye una injuria a ––porque contraviene–– las leyes de la naturaleza, la ética o las leyes divinas, y desemboca en el castigo del hombre por parte de los dioses, su némesis (νέμεση). En el Pintor la afrenta radica en gran medida en creernoslas ficciones acerca de nuestra naturaleza y del mundo que nos rodea que nosotros mismos creamos, creaciones mediante las cuales el ser humano ha transgredido muchas reglas, y eso, en última instancia, como muy bien sabían los griegos y nos recuerda Pérez-Reverte, no se puede hacer con impunidad. No me parece nada casual que esta palabra, hybris, resulte prácticamente desconocida hoy día, a pesar de ser el origen de la palabra híbrido (que se puede decir de todo lo que es producto de elementos de distinta naturaleza y que en la antigüedad suponía por ello precisamente una afrenta a las leyes de la naturaleza) (...)"
En: “Sobre guerra e hybris en El pintor de batallas de Arturo Pérez-Reverte” de Alexis Grohmann, University of Edinburgh.
pág: http://www.dissiden ces.org/Elpintor debatallas. html